Escritura, ciencia y empirismo

Miguel Equihua

Xalapa, Ver. 18 junio 2024

Irene Vallejo

Escribir

Socrates no es el único gran pensador que, en la encrucijada de la comunicación, se abstuvo de escribir. Como él, Pitágoras, Diógenes, Buda y Jesús de Nazaret optaron por la oralidad. No obstante, todos ellos sabían leer y dominaban la escritura.

Leer y saber

El dios Theuth de Egipto, inventor de los dados, el juego de damas, los números, la geometría, la astronomía y las letras, visitó al rey de Egipto y le ofreció estas invenciones para que las enseñase a sus súbditos.

Sócrates habla: «EI rey Thamus le preguntó entonces qué utilidad tenía escribir, y Theuth le replicó:

—Este conocimiento, ¡oh rey!,hará más sabios a los egipcios; es el elixir de la memoria y de la sabiduría.

Entonces Thamus le dijo:

—iOh Theuth!, por ser el padre de la escritura le atribuyes ventajas que no tiene. Es olvido lo que producirán las letras en quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de los libros, llegarán al recuerdo desde fuera. Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría, no su verdad, 1o que la escritura dará a los hombres; y, cuando haya hecho de ellos entendidos en todo sin verdadera instrucción, su compañía será difícil de soportar, porque se creerán sabios en lugar de serlo».

Narrar y Escribir

Frente a la oralidad, que favorecía las formas e ideas tradicionales, reconocibles para su auditorio, eI discurso alfabetizado podía abrirse a horizontes desconocidos porque el lector tenía tiempo para asimilar y meditar con tranquilidad las ideas novedosas. En los libros caben planteamientos excéntricos, voces de identidades individuales, desafíos a la tradición.

El alfabeto

El inventor del alfabeto vivió en el siglo VIII a. C., hace veintinueve siglos. Cambió mi mundo.

Le fascinaba sobre todo era un talento de los marinos en apariencia humilde y sin épica. ¿Cómo podían escribir tan deprisa unos sencillos mercaderes?

Comprar las letras

Posiblemente pagándoles de su propia bolsa consiguió que le revelaran el secreto. EI lugar donde sucedieron los encuentros probablemente fuera una isla (las mejores candidatas son Tera, Melos y Chipre) o incluso la costa libanesa (como, por ejemplo, el puerto de Al Mina, donde los mercaderes eubeos estaban en trato constante con los fenicios). Aprendió de sus improvisados maestros la mágica herramienta que permitía atrapar la huella de las infinitas palabras con solo veintidós simples dibujos. Supo apreciar la audacia del invento. Al mismo tiempo, descubrió que la escritura fenicia contenía acertijos: solo se anotaban las consonantes de cada sílaba, dejando al lector la tarea de adivinar las vocales. Los fenicios habían sacrificado la exactitud en aras de una mayor facilidad.

El modelo fenicio

A partir del modelo fenicio, él inventó, para su lengua griega, eI primer alfabeto de la historia sin ambigüedades —tan preciso como una partitura—. Comenzó por adaptar en torno a quince signos fenicios consonánticos en su mismo orden, con un nombre parecido (aleph, bet, gimel.se convirtieron en «alfa», «beta», «gamma»…). Tomó letras que no eran útiles para su lengua, las llamadas consonantes débiles, y usó sus signos para las cinco vocales que como mínimo se requerían. Solo fue innovador allí donde se vio capaz de mejorar el original. Su logro fue enorme. Gracias a él se difundió en Europa un alfabeto mejorado, con todas las ventajas del hallazgo fenicio y un nuevo avance añadido: la lectura dejó de estar sujeta a conjetura y, por tanto, se volvió todavía más accesible. Imaginemos cómo sería leer esta frase sin vocales: mgnms cm sr Ir st frs sn vcls. Pensemos por un instante en la dificultad de identificar la palabra «idea» a partir de la consonante «D», o «aéreo» desde tan solo una «R».

Escribir y la importancia de reflexionar

Sócrates temía que, por culpa de la escritura, los hombres abandonasen el esfuerzo de la propia reflexión. Sospechaba que, gracias al auxilio de las letras, se confiaría el saber a los textos y, sin el empeño de comprenderlos a fondo, bastaría con tenerlos al alcance de la mano. Y así ya no seria sabiduría propia, incorporada a nosotros e indeleble, parte del bagaje de cada uno, sino un apéndice ajeno.

Teoría

Aristóteles eligió la palabra theoría y el verbo correspondiente theorein, que en griego aluden al acto de mirar algo. Esa elección es muy reveladora: el oficio de pensar eI mundo existe gracias a los libros y la lectura, es decir, cuando podemos ver las palabras, y reflexionar despacio sobre ellas, en lugar de solo oírlas pronunciar en el veloz río del discurso.